Fuente de la Teja, Torrelodones.- 2008

sábado, 2 de octubre de 2010

NO HAGAMOS DAÑO



Nunca había salido su fotografía en los periódicos.
Hacía su trabajo correctamente, y siempre conseguía el aplauso del público. No fue la estrella de ningún espectáculo, pero caía bien, eso decían los que vieron sus actuaciones. Los niños se reían mucho cuando aparecía con un sombrero de copa de color rojo y una casaca raída y brillante. El momento que más gustaba al público era cuando pasaba por debajo de un andamio conduciendo una moto y le caía un cubo lleno de agua de color azul intenso. Con el paso del tiempo lo que más temía era enfrentarse a
un nuevo espectáculo, un número diferente. Eso le daba miedo. Cuando oía la voz del director sentía como un escalofrío. A veces pretendían que hiciera números cada vez más difíciles y complicados, y él trataba de conseguirlo, ponía toda su atención y su interés, pero últimamente fallaba, se equivocaba y todo salía mal. Entonces el director se enfadaba y comenzaban los gritos, los castigos y los insultos. Poco a poco fue cambiando su
carácter alegre y lleno de energía. Empezó a tener la mirada triste, y los niños ya no se reían con él. Quizá por eso, el dueño del circo, un día lo vendió a otro circo menos importante. Y así fue pasando de un dueño a otro. Cuando lo rescataron, años después, vivía en una pequeña jaula, en la que ni podía ponerse de pie. La jaula estaba muy sucia, y él a penas si se movía. Se quedaba con la mirada perdida, balanceándose constantemente, hacia adelante y hacia atrás. Era el clásico comportamiento de un chimpancé traumatizado. Su nombre es Bongo. Ahora vive con otros chimpancés en un centro de acogida para simios.

Un periodista ha hecho un reportaje sobre ellos y sus fotografías han salido en los periódicos. Algunos de los simios recogidos habían hecho pu

blicidad, o trabajado en el circo, o en ferias, Se les había obligado a fumar, a beber alcohol, o a boxear para divertir a la gente. Muchos han vivido encadenados, a otros les han quitado los dientes para que no mordiesen a los visitantes. Incluso les han cortado las cuerdas vocales para evitar que sus chillidos molesten. También los han mutilado como castigo por no hacer lo que se les exigía.

Si los miras detenidamente a los ojos puedes imaginar su triste historia, una historia que comenzó cuando alguien un día los arrancó de la selva y de su grupo...



viernes, 3 de septiembre de 2010

ENCONTRAR MI SITIO.

Leo fragmentos de diarios que ha publicado el periódico EL PAÍS, recientemente. En uno de ellos, el escritor irlandés, John Banville, dice que: “… Cuando no está en su mesa, el escritor se siente vacío…” Su mesa, su espacio, su casa, su paisaje, su silencio, su ruido, su rincón… Todos, pienso, necesitamos tener nuestro sitio, y hablo, concretamente, de un espacio físico, de un territorio, pequeño o grande que nos acoge, nos preserva del exterior y nos permite conectar con nosotros mismos. Es como cuando de pequeños jugábamos al rescate, o al “hilo cortado”. Siempre había que elegir un lugar, un árbol, una fuente, un banco del parque, daba igual cual fuese, pero ese lugar era “casa”… Sí, allí, no podíamos ser pillados por el amigo, o amiga, que la “ligaba”, y cuya misión era cogerte, o tocarte con la palma de la mano. Cuando eso ocurría, quería decir que habías sido ligado. Muchas veces, cansado de hacer regates, corriendo en zigzag, asediado, necesitabas llegar a ese punto, a ese banco… Allí podías parar tu frenética carrera, y descansar, para después de un breve momento, unos segundos, ordenar tus ideas, trazar un plan, y lanzarte, nuevamente, a la aventura. Quizá el plan sólo consistía en salir de nuevo a correr, a burlar a los que te perseguían hasta que, rendido, sentías la mano que se agarraba a tu camisa, o te tocaba, simplemente, mientras decía: “Tú, la ligas”. Yo, cuando escribo, busco mi lugar, y, a veces, lo encuentro. No siempre es el mismo, pero, allí, de repente, me siento bien… Hay escritores muy meticulosos, y su mesa de trabajo, es, eso, su mesa, su lugar; otros son completamente anárquicos, cualquier sitio, cualquier temperatura, cualquier ambiente. Su capacidad de concentración, su obsesión por escribir, su imperiosa necesidad de transformar ideas y emociones en palabras, les permite estar en cualquier sitio. Yo no soy así… Digamos que tengo diferentes “lugares”, y que, lamentablemente, muchas veces, no soy capaz de encontrarlos. Y me cuesta escribir, y me invento mil motivos por los que ordenar los libros, o regar las plantas, o leer el periódico, en ese preciso momento, es lo esencial. Y dejo eso de escribir para más tarde. Y, pensando en ese lugar donde estás bien, a salvo, vuelvo a recordar a las mujeres maltratadas… Y pienso que para ellas estar a salvo, no es un juego… Quizá se sientan seguras cuando entran al cuarto de baño, y echan el cerrojo, o en su trabajo, cuando están lejos de casa, o en el dormitorio, o quizá, mirando por la ventana, esperando a que se cierre la puerta de la calle, y él, su maltratador, salga de casa… ¿Tendrán, realmente, un sitio donde se sientan a salvo?,o quizá, ¿siempre pensarán que están en peligro, imaginando que por mucho que corran y corran, y se inventen mil regates, jamás encontrarán “casa”?

miércoles, 18 de agosto de 2010

Los HIJOS de LAS MALTRATADAS

Abro el periódico y leo las estadísticas. Siempre las estadísticas, aunque son precisas, tienen algo de irreal… Suelen reflejar datos, números, porcentajes… No indican nombres, ni señas personales de identidad, no hablan de los pequeños detalles… De la mesa tirada en el suelo, de la pecera hecha añicos, de la cortina rota… De los gritos, de los susurros desesperados, de los… “Por favor…, por piedad…, por la niña… Hazlo por la niña”. Las casas de las maltratadas son anónimas, son un escenario vacío, donde sólo cabe, el dolor, el sufrimiento y la presencia de unas cintas cruzadas sobre la puerta de entrada. Este terrible escenario del crimen, tiene mala acústica… Casi nadie oye con precisión nada… No hay detalles… “Se llevaban mal… Discutían con frecuencia… Se veía venir”.

Julio, 2010, ha sido un mes terrible… Nueve mujeres han sido asesinadas por sus parejas, o ex parejas. Nueve mujeres, y entonces, ¿cuántas viven aterradas?, ¿cuántas “sólo han recibido una paliza más, pero han tenido suerte y no han muerto?… Y, ¿cuántos hijos ven cada día esa violencia?, ¿cuántos la padecen también?, ¿cuántos son testigos silenciosos? A veces cuando leo estas noticias, me pregunto, qué pasa con los hijos de las mujeres maltratadas… ¿Desaparecen, se hacen invisibles?

Los costes de la violencia de género en las relaciones de pareja son muy elevados tanto para la persona que los padece como para los que le rodean, especialmente, para los niños que desgraciadamente se ven envueltos en esta situación. Muchas veces, cuando hablamos de este problema se pasa por alto, que la violencia de género frecuentemente se ejerce sobre mujeres que tienen hijos y que se convierten también en víctimas de este problema.

Los niños no son víctimas sólo porque sean testigos de la violencia entre sus padres, sino porque “viven en la violencia”. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y crecen creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre adultos (Save the Children, ONG).”


NO ME HAGAS DAÑO.

Cuando escribí, NO ME HAGAS DAÑO, enseguida tuve la necesidad de incluir el personaje de la hija… En la historia tiene la edad de una joven que se independiza y tiene su propio piso, pero, algunas veces, ella, hace alusión a sus recuerdos de niña, a su sensación de culpa. Y es que ella, también, se siente culpable. Ella es testigo de todo lo que pasa entre sus padres, y su mundo de niña se ve afectado. Tienen pesadillas, miedo a la oscuridad, miedo a que su padre abra la puerta y le haga daño. Muchas veces estos niños tienen un comportamiento retraído, se sienten inseguros, con baja autoestima, y temen repetir lo que han visto en casa… Ser ellos, finalmente, maltratadores.

Fragmento de NO ME HAGAS DAÑO:


Paula:

Cuando yo era pequeña, oía a mis padres discutir y me asustaba. Me quedaba quieta en mi cuarto, en silencio, esperando que acabase todo. Alguna vez me levanté y le vi pegando a mi madre, como si fuese un saco de boxeo. Yo me quedaba parada, mirando, sin hacer nada, a veces ni lloraba, no quería hacer ruido. Tenía tanto miedo que mi obsesión era pasar desapercibida. Cuando mi padre terminaba de pegarla, mi madre se quedaba inmóvil, acurrucada contra la pared. Yo no sabía si estaba muerta. Entonces mi padre se ponía a llorar, y le pedía perdón, y decía que nunca más iba a tocarla. Él lloraba porque me había visto, por eso lo hacía, estoy segura. A mí me daba pena ver a mi padre así, llorando, ¿me entiendes? Sentía pena por él. Y quería consolarle. Sólo le miraba a él, y me olvidaba de mi madre que seguía acurrucada, en silencio

viernes, 6 de agosto de 2010

APUNTES. ¿Por qué leer NO ME HAGAS DAÑO?

El otro día me hicieron una entrevista para la radio. Me avisaron de que iba a ser breve, y que tenía que destacar, sobre todo, el motivo por el que los “posibles lectores”, debían entrar en una librería y elegir NO ME HAGAS DAÑO.

No sabía qué responder. Me costaba hablar de NO ME HAGAS DAÑO, y tratar de seducir a los oyentes de la emisora, para que en tropel, colapsaran todas las librerías…

Finalmente les hablé de mi padre… Les dije algo así:

“Mi padre era un lector empedernido. Todos los días leía durante varias horas… Él decía que leer le ayudaba a no pensar en su propia vida, en los errores que ya había cometido, y en los que, seguramente, iba a cometer. Le gustaba leer novelas de aventuras, de acción, policíacas, de suspense, pero sobre todo “novelas del Oeste”… Tenía una costumbre, cuando leía una novela, y le gustaba especialmente, entonces le hacía una pequeña marca. Generalmente ponía un “punto”, o una “b”, de buena, en el ángulo superior derecho, de la primera página. Cuando de niño, yo quería leer una novela buscaba ese punto, o esa letra “b”, escrita con tinta verde… Sabía que iba a ser una historia emocionante, con personajes intensos: hombres y mujeres de buena o mala vida, tahúres, pistoleros solitarios, mujeres de vida fácil, vaqueros, policías, espías, espadachines, aventureros,… Generalmente los protagonistas que a él le gustaban, eran gente buena, intachable, generosa, incluso los que parecían desalmados, sin escrúpulos, si a él, le caían bien, era porque, en el fondo, eran hombres y mujeres, perdedores, de vida equivocada, pero nobles, con un código moral propio, a veces extraño, pero con principios, con capacidad de sacrificio… “

Si mi padre hubiera podido leer NO ME HAGAS DAÑO, me gustaría pensar que, en la primera página, en el ángulo superior derecho, habría puesto un “punto”, o una “b” pequeña… escrita con su pluma estilográfica cargada con tinta verde. Y estoy seguro de que los personajes de LUISA, de PAULA, y de CHARO, le habrían emocionado, pero el personaje de Raúl, no. Raúl, el maltratador, le habría indignado… Como me indigna a mí… Pero, desgraciadamente, en la vida, hay más de un Raúl… Y están ahí acechando, dispuestos a hacer daño a su pareja, o expareja… ¿Son enfermos? No lo sé. ¿Están locos? Tampoco lo sé… ¿Son fruto de una sociedad machista, que les alienta y les justifica? Quizá… Pero, sí sé, que ante el maltrato, no valen ambigüedades, ni coartadas… Ni decir que, parte de la culpa, la tienen ellas por no abandonar a sus maridos… La culpa es de ELLOS, de los MALTRATADORES, de RAÚL.

A VECES ES UN MÓVIL, SÓLO UN MÓVIL.

Este es un fragmento del diálogo que tiene Luisa, con su marido, Raúl… El hombre que la maltrata… que dice que la quiere… y está dispuesto a destruirla.


NO ME HAGAS DAÑO… Fragmento de la Primera Escena.

Raúl Vamos a ver, esta tarde te he dejado un mensaje en el móvil contándotelo todo, ¿es que no lo has oído?

Luisa Pues no, la verdad es que… Creo que no lo he recibido.

Raúl No sé para qué llevas móvil si no hay forma de contactar contigo, o no lo oyes, o no lo miras… o no tiene batería.

Luisa ¿Y qué quieres que haga si no lo he oído…?

Raúl Es que lo jodes todo, Luisa… Una noche que… Bueno, da lo mismo.


Luisa ¿Por qué no reaccioné? ¿Por qué no le dije que me tratara bien?


Raúl Es que es increíble. Te llamo y nunca contestas al maldito teléfono. Mira el mensaje, joder, ya verás como sí te lo he enviado.


Luisa Y me puse a buscar como una tonta, en el bolso, donde había de todo, como siempre, pero el maldito móvil no estaba. Raúl me dijo que no entendía cómo podía llevar tantas cosas inútiles en el bolso. No le contesté, sólo quería encontrar el teléfono y que esa pesadilla terminara de una vez…


Luisa He perdido el móvil o me lo he dejado en la oficina, no sé…

Raúl ¿Te das cuenta? Lo pierdes todo… Un día vas a perder la cabeza…

Luisa Soy distraída… No lo puedo evitar. Lo siento.

Raúl Pues cambia, Luisa, cambia… Porque así no podemos seguir… Cuando no es una cosa es otra… ¿Es que no te das cuenta?

Luisa Yo creo que exageras…

Raúl ¿Que exagero? ¿Quieres que te haga una lista de tus despistes, de tus meteduras de pata? Si quieres te la hago. Me sacas de quicio, Luisa.


Luisa ¿Por qué me quedé callada? ¿Por qué no le dije que me estaba haciendo daño?, ¿por qué?…, ¿por qué?


Raúl Eres única para joder las cosas… ¡Vaya mierda de noche, coño!


Luisa Y siguió con su interminable lista… Que no valía para nada, que no me podía aguantar… que estaba cansado de mis torpezas… que, delante de sus amigos, le avergonzaba, que era patética y atolondrada, que me miraba y…

Se levantó de la mesa del restaurante, y me dejó, allí, sola. Pasé mucha vergüenza, sentía que todos me miraban, y yo quería desaparecer. Me puse a llorar como una idiota. Mientras volvía a casa, conteniendo las lágrimas, no era capaz de entender qué es lo que había pasado, y me sentí culpable por ser tan distraída, y por haber perdido el maldito móvil… Tenía una terrible angustia, y no sabía qué hacer, ni a quién pedir ayuda. Me veía sin fuerzas, perdida, sola… De pequeña, muchas veces me sentí así, como inútil, incapaz de hacer bien las cosas. Intentaba ayudar y lo estropeaba todo… Como cuando le quemé a mi madre su blusa preferida, porque quise planchársela para darle una sorpresa… Y ella se enfadó… El móvil estaba en casa, encima de la mesita y, efectivamente, tenía un mensaje suyo. Lo escuché y sonó su voz divertida diciéndome que me preparase, que esa noche me iba a sorprender, que jamás la iba a olvidar y que era la mujer de su vida y… Yo me puse de nuevo a llorar como una imbécil porque me di cuenta de que él era feliz en ese momento, y, horas después, todo se había ido a la mierda por mi culpa. Y sentí que le quería con toda mi alma, que le necesitaba, y que tenía que hacer un esfuerzo por cambiar… y no sacarle de quicio… y no hacerle esperar, y… Esa noche llegó muy tarde. Había bebido. Yo estaba despierta, preocupada. Se metió en la cama y se arrimó a mí y comenzó a quitarme la ropa bruscamente. Todo fue muy rápido. Yo… estaba triste y… quería decirle que lo sentía y… Me folló, sin decir nada, sin una sola palabra, sin una caricia. Luego se durmió.

viernes, 30 de julio de 2010

EL PROBLEMA ES DE LOS HOMBRES, dice JOSÉ SARAMAGO.

José Saramago en su cuaderno dice que el problema es de los hombres. Y la verdad es que hay hombres que no quieren ver ni oir… hombres que descargan toda su frustración y su impotencia en las mujeres que tienen a su lado: parejas, o exparejas…

“Son algo suyo, de su propiedad”… Y, a veces… “… se les va la mano”…


Pero también hay otros hombres, cada vez más, miles de hombres, como sueña Saramago, que no suben el volumen del televisor cuando oyen el grito de una mujer, que no miran para otro lado cuando otro hombre amenaza a una mujer, la empuja, la zarandea… Y, esa actitud, finalmente un día, conseguirá que las mujeres maltratadas se sientan cada vez, menos solas, y entonces, quizá entonces, no sea una utopía pensar que los sueños de esas mujeres, serán finalmente posibles…


NO ME HAGAS DAÑO.

Fragmento de la Primera Escena…


El día que Raúl me trató mal por primera vez debí darme cuenta de lo que iba a pasar, pero no reaccioné. Soy así, incapaz de pensar mal de nadie, y menos de él. Le tenía idealizado, me fascinaba su forma de ser: imprevisible, atento, inteligente. Debí hablar con él, pero no lo hice. Ese día tuvimos una discusión absurda, una de esas discusiones que comienzan por una tontería: él me había propuesto ir a cenar a un restaurante que a los dos nos encantaba. Llegué unos minutos tarde, porque tuve que recoger a Paula de la guardería y dejarla con mis padres y, bueno, porque soy un poco desastre con eso de las horas. Enseguida noté que estaba contrariado. Me disculpé y, poco a poco, se le fue cambiando la cara de cabreo y volvió a ser el hombre divertido que a mí me había atrapado. Raúl no era guapo, más bien todo lo contrario, pero estaba enamorada de él. Le gustaba contar historias, anécdotas. Podía hablar de cualquier cosa… de libros, de viajes, de teatro, y a mí me encantaba escucharle… Creo que me enamoré de él con los ojos cerrados. Esa noche ocurrió otra tontería, o quizá no lo fue, pero yo tampoco le di importancia. La cena, para él, tenía un motivo especial, pero yo no lo sabía, y eso le volvió a contrariar, y empezó a regañarme, a decirme que no le prestaba atención, que sólo pensaba en mis cosas. Y comenzaron algunos reproches, temas que parecían olvidados y que, sin embargo, él tenía ahí guardados. Se fue poniendo tenso, violento. Yo me asusté, porque no me parecía él, y traté de calmarle. Le cogí de la mano y se soltó bruscamente. Me sentía muy mal y le dije que no se enfadara, que lo importante era que estábamos los dos juntos… y que lamentaba no haberme dado cuenta de que era una noche especial.

__________________________________________________________


El problema es de los hombres…

Tal vez cien mil hombres, solo hombres, nada más que hombres manifestándose en las calles, mientras las mujeres, en las aceras, les lanzan flores, podría ser la señal que la sociedad necesita para combatir, desde su seno y sin demora, esta vergüenza insoportable. Y para que la violencia de género, con resultado de muerte o no, pase a ser uno de los primeros dolores y preocupaciones de los ciudadanos. Es un sueño, es un deber. Puede no ser una utopia


Cuaderno de José Saramago

jueves, 29 de julio de 2010

La primera fotografía del Blog, es la de una mujer con un perro… Me gusta esa fotografía, en la que una mujer camina tranquilamente, llevando a su perro al lado. La mujer sale de la oscuridad, la deja detrás, y camina hacia la luz… Me tranquiliza ese camino, que, de algún modo, parece tan real, como mágico… La mujer nos da la espalda, se aleja… Pero yo imagino, estoy seguro de que esa mujer no tiene miedo… No va intranquila, pensando que está en peligro. El perro tampoco… Es una mujer segura de sí misma… Frágil y fuerte… tranquila y decidida… Ella ha elegido el camino, o quizá el camino la ha elegido a ella… Me gusta ese camino, y sentir que esa mujer es libre… Frágil, pero fuerte…