Fuente de la Teja, Torrelodones.- 2008

miércoles, 18 de agosto de 2010

Los HIJOS de LAS MALTRATADAS

Abro el periódico y leo las estadísticas. Siempre las estadísticas, aunque son precisas, tienen algo de irreal… Suelen reflejar datos, números, porcentajes… No indican nombres, ni señas personales de identidad, no hablan de los pequeños detalles… De la mesa tirada en el suelo, de la pecera hecha añicos, de la cortina rota… De los gritos, de los susurros desesperados, de los… “Por favor…, por piedad…, por la niña… Hazlo por la niña”. Las casas de las maltratadas son anónimas, son un escenario vacío, donde sólo cabe, el dolor, el sufrimiento y la presencia de unas cintas cruzadas sobre la puerta de entrada. Este terrible escenario del crimen, tiene mala acústica… Casi nadie oye con precisión nada… No hay detalles… “Se llevaban mal… Discutían con frecuencia… Se veía venir”.

Julio, 2010, ha sido un mes terrible… Nueve mujeres han sido asesinadas por sus parejas, o ex parejas. Nueve mujeres, y entonces, ¿cuántas viven aterradas?, ¿cuántas “sólo han recibido una paliza más, pero han tenido suerte y no han muerto?… Y, ¿cuántos hijos ven cada día esa violencia?, ¿cuántos la padecen también?, ¿cuántos son testigos silenciosos? A veces cuando leo estas noticias, me pregunto, qué pasa con los hijos de las mujeres maltratadas… ¿Desaparecen, se hacen invisibles?

Los costes de la violencia de género en las relaciones de pareja son muy elevados tanto para la persona que los padece como para los que le rodean, especialmente, para los niños que desgraciadamente se ven envueltos en esta situación. Muchas veces, cuando hablamos de este problema se pasa por alto, que la violencia de género frecuentemente se ejerce sobre mujeres que tienen hijos y que se convierten también en víctimas de este problema.

Los niños no son víctimas sólo porque sean testigos de la violencia entre sus padres, sino porque “viven en la violencia”. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y crecen creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre adultos (Save the Children, ONG).”


NO ME HAGAS DAÑO.

Cuando escribí, NO ME HAGAS DAÑO, enseguida tuve la necesidad de incluir el personaje de la hija… En la historia tiene la edad de una joven que se independiza y tiene su propio piso, pero, algunas veces, ella, hace alusión a sus recuerdos de niña, a su sensación de culpa. Y es que ella, también, se siente culpable. Ella es testigo de todo lo que pasa entre sus padres, y su mundo de niña se ve afectado. Tienen pesadillas, miedo a la oscuridad, miedo a que su padre abra la puerta y le haga daño. Muchas veces estos niños tienen un comportamiento retraído, se sienten inseguros, con baja autoestima, y temen repetir lo que han visto en casa… Ser ellos, finalmente, maltratadores.

Fragmento de NO ME HAGAS DAÑO:


Paula:

Cuando yo era pequeña, oía a mis padres discutir y me asustaba. Me quedaba quieta en mi cuarto, en silencio, esperando que acabase todo. Alguna vez me levanté y le vi pegando a mi madre, como si fuese un saco de boxeo. Yo me quedaba parada, mirando, sin hacer nada, a veces ni lloraba, no quería hacer ruido. Tenía tanto miedo que mi obsesión era pasar desapercibida. Cuando mi padre terminaba de pegarla, mi madre se quedaba inmóvil, acurrucada contra la pared. Yo no sabía si estaba muerta. Entonces mi padre se ponía a llorar, y le pedía perdón, y decía que nunca más iba a tocarla. Él lloraba porque me había visto, por eso lo hacía, estoy segura. A mí me daba pena ver a mi padre así, llorando, ¿me entiendes? Sentía pena por él. Y quería consolarle. Sólo le miraba a él, y me olvidaba de mi madre que seguía acurrucada, en silencio

viernes, 6 de agosto de 2010

APUNTES. ¿Por qué leer NO ME HAGAS DAÑO?

El otro día me hicieron una entrevista para la radio. Me avisaron de que iba a ser breve, y que tenía que destacar, sobre todo, el motivo por el que los “posibles lectores”, debían entrar en una librería y elegir NO ME HAGAS DAÑO.

No sabía qué responder. Me costaba hablar de NO ME HAGAS DAÑO, y tratar de seducir a los oyentes de la emisora, para que en tropel, colapsaran todas las librerías…

Finalmente les hablé de mi padre… Les dije algo así:

“Mi padre era un lector empedernido. Todos los días leía durante varias horas… Él decía que leer le ayudaba a no pensar en su propia vida, en los errores que ya había cometido, y en los que, seguramente, iba a cometer. Le gustaba leer novelas de aventuras, de acción, policíacas, de suspense, pero sobre todo “novelas del Oeste”… Tenía una costumbre, cuando leía una novela, y le gustaba especialmente, entonces le hacía una pequeña marca. Generalmente ponía un “punto”, o una “b”, de buena, en el ángulo superior derecho, de la primera página. Cuando de niño, yo quería leer una novela buscaba ese punto, o esa letra “b”, escrita con tinta verde… Sabía que iba a ser una historia emocionante, con personajes intensos: hombres y mujeres de buena o mala vida, tahúres, pistoleros solitarios, mujeres de vida fácil, vaqueros, policías, espías, espadachines, aventureros,… Generalmente los protagonistas que a él le gustaban, eran gente buena, intachable, generosa, incluso los que parecían desalmados, sin escrúpulos, si a él, le caían bien, era porque, en el fondo, eran hombres y mujeres, perdedores, de vida equivocada, pero nobles, con un código moral propio, a veces extraño, pero con principios, con capacidad de sacrificio… “

Si mi padre hubiera podido leer NO ME HAGAS DAÑO, me gustaría pensar que, en la primera página, en el ángulo superior derecho, habría puesto un “punto”, o una “b” pequeña… escrita con su pluma estilográfica cargada con tinta verde. Y estoy seguro de que los personajes de LUISA, de PAULA, y de CHARO, le habrían emocionado, pero el personaje de Raúl, no. Raúl, el maltratador, le habría indignado… Como me indigna a mí… Pero, desgraciadamente, en la vida, hay más de un Raúl… Y están ahí acechando, dispuestos a hacer daño a su pareja, o expareja… ¿Son enfermos? No lo sé. ¿Están locos? Tampoco lo sé… ¿Son fruto de una sociedad machista, que les alienta y les justifica? Quizá… Pero, sí sé, que ante el maltrato, no valen ambigüedades, ni coartadas… Ni decir que, parte de la culpa, la tienen ellas por no abandonar a sus maridos… La culpa es de ELLOS, de los MALTRATADORES, de RAÚL.

A VECES ES UN MÓVIL, SÓLO UN MÓVIL.

Este es un fragmento del diálogo que tiene Luisa, con su marido, Raúl… El hombre que la maltrata… que dice que la quiere… y está dispuesto a destruirla.


NO ME HAGAS DAÑO… Fragmento de la Primera Escena.

Raúl Vamos a ver, esta tarde te he dejado un mensaje en el móvil contándotelo todo, ¿es que no lo has oído?

Luisa Pues no, la verdad es que… Creo que no lo he recibido.

Raúl No sé para qué llevas móvil si no hay forma de contactar contigo, o no lo oyes, o no lo miras… o no tiene batería.

Luisa ¿Y qué quieres que haga si no lo he oído…?

Raúl Es que lo jodes todo, Luisa… Una noche que… Bueno, da lo mismo.


Luisa ¿Por qué no reaccioné? ¿Por qué no le dije que me tratara bien?


Raúl Es que es increíble. Te llamo y nunca contestas al maldito teléfono. Mira el mensaje, joder, ya verás como sí te lo he enviado.


Luisa Y me puse a buscar como una tonta, en el bolso, donde había de todo, como siempre, pero el maldito móvil no estaba. Raúl me dijo que no entendía cómo podía llevar tantas cosas inútiles en el bolso. No le contesté, sólo quería encontrar el teléfono y que esa pesadilla terminara de una vez…


Luisa He perdido el móvil o me lo he dejado en la oficina, no sé…

Raúl ¿Te das cuenta? Lo pierdes todo… Un día vas a perder la cabeza…

Luisa Soy distraída… No lo puedo evitar. Lo siento.

Raúl Pues cambia, Luisa, cambia… Porque así no podemos seguir… Cuando no es una cosa es otra… ¿Es que no te das cuenta?

Luisa Yo creo que exageras…

Raúl ¿Que exagero? ¿Quieres que te haga una lista de tus despistes, de tus meteduras de pata? Si quieres te la hago. Me sacas de quicio, Luisa.


Luisa ¿Por qué me quedé callada? ¿Por qué no le dije que me estaba haciendo daño?, ¿por qué?…, ¿por qué?


Raúl Eres única para joder las cosas… ¡Vaya mierda de noche, coño!


Luisa Y siguió con su interminable lista… Que no valía para nada, que no me podía aguantar… que estaba cansado de mis torpezas… que, delante de sus amigos, le avergonzaba, que era patética y atolondrada, que me miraba y…

Se levantó de la mesa del restaurante, y me dejó, allí, sola. Pasé mucha vergüenza, sentía que todos me miraban, y yo quería desaparecer. Me puse a llorar como una idiota. Mientras volvía a casa, conteniendo las lágrimas, no era capaz de entender qué es lo que había pasado, y me sentí culpable por ser tan distraída, y por haber perdido el maldito móvil… Tenía una terrible angustia, y no sabía qué hacer, ni a quién pedir ayuda. Me veía sin fuerzas, perdida, sola… De pequeña, muchas veces me sentí así, como inútil, incapaz de hacer bien las cosas. Intentaba ayudar y lo estropeaba todo… Como cuando le quemé a mi madre su blusa preferida, porque quise planchársela para darle una sorpresa… Y ella se enfadó… El móvil estaba en casa, encima de la mesita y, efectivamente, tenía un mensaje suyo. Lo escuché y sonó su voz divertida diciéndome que me preparase, que esa noche me iba a sorprender, que jamás la iba a olvidar y que era la mujer de su vida y… Yo me puse de nuevo a llorar como una imbécil porque me di cuenta de que él era feliz en ese momento, y, horas después, todo se había ido a la mierda por mi culpa. Y sentí que le quería con toda mi alma, que le necesitaba, y que tenía que hacer un esfuerzo por cambiar… y no sacarle de quicio… y no hacerle esperar, y… Esa noche llegó muy tarde. Había bebido. Yo estaba despierta, preocupada. Se metió en la cama y se arrimó a mí y comenzó a quitarme la ropa bruscamente. Todo fue muy rápido. Yo… estaba triste y… quería decirle que lo sentía y… Me folló, sin decir nada, sin una sola palabra, sin una caricia. Luego se durmió.